Elías no se había quedado indiferente aquel día. Tras pillar a la que podía ser su tía, corriéndose en su casa mientras lo miraba ducharse, se vistió y fue tras ella hasta su casa.
Esta es la segunda parte del relato. Si no lo has leído aún te recomiendo echarle un vistazo para tener más contexto:
Llegó a casa de Amalia y llamó a la puerta. Tras varios segundos en silencio, volvió a llamar. Así hasta cuatro veces.
Amalia abrió y se lo encontró de frente. Avergonzada por lo que había pasado miró hacia abajo.
—Amalia
—Lo siento, Elías. Eres como un hijo para mí. Estoy fatal.
—No tienes que estarlo. ¿Puedo pasar y hablamos?
Entonces ella se asomó para comprobar que no había nadie por las calles de Coatepec y le dijo que pasara. Elías alargó un pie por encima del escalón de entrada y cerró la puerta, quedándose a menos de 10cm de ella. Con la mirada fija en su rostro le dijo: —no tienes que sentir nada.
—Sí, Elías, sí que tengo que sentirlo. Eres como mi hijo y me he masturbado pensando en tí y mirándote. No quiero que nadie sepa nada d… —El chico le puso un dedo en los labios para silenciarla.
Tras eso acercó su cara a la de Amalia y le dio un beso sin lengua pero lento y carnoso. Entonces volvió a alejarse unos centímetros y repitió el gesto. Ella le agarró la cabeza y apretó para meterle la lengua hasta el fondo de su boca. Notaba cómo jugaba con ella intentando abrazar la suya y le sorprendió que Eli (así le decía de pequeño) succionara con los labios atrapando su carnoso y jugoso músculo.
—Mastúrbate mientras te beso. —Le pidió él.
La mujer alargó una de sus manos hasta sus bragas, que seguían empapadas de la paja anterior y comenzó a rozar su clítoris dejando su lengua a merced de su amante. Elías acercó una de sus manos por la espalda y fue bajando poco a poco hasta encontrar el borde del vestido. Subió la tela y apartando las braguitas un poco le pasó su dedo por el culo. Ella dio un pequeño brinco sorprendida y abrió los ojos, pero al momento volvió a cerrarlos e intensificó el ritmo de su (segunda) paja.
El dedito del muchacho fue lubricándose con el propio sudor de las nalgas y pasó a un segundo nivel, metiéndose hasta la primera falange en el culo de la madura. Un calor algo exagerado se notaba en la yema porque esa mujer estaba demasiado caliente siendo penetrada por su “sobrino”.
En ese instante Eli sacó su dedo del culo y se lo llevó a la nariz para olerlo. —snfffff… hueles a puta en celo— dijo, llevando el dedo a la boca de Amalia para que lo lamiera. Ella lo chupó como chuparía la mejor polla del mundo y se lo introdujo hasta la campanilla sin molestia alguna.
No hubo palabras. Solo se bajó la cremallera del pantalón y la empujó un poco por el hombro para que se agachara. Ella siguió masturbándose con una mano mientras sacaba la polla de su jovencito con la otra. Chupaba sin cese, sin coger aire, sin dejar de hacerse un dedo ella misma. Gotas de flujo bajaban por sus muslos hasta la rodilla y formaban un pequeño charquito en el suelo de la entrada.
Notaba palpitaciones en el tronco del pene que indicaban que la corrida estaba cerca. Los huevos de Eli se contraían intentando descargar su jugo en la garganta de la amante. Iba a más y más, acelerando sus impulsos y agarrándole la cabeza para terminar corriéndose. Notaba cómo se iban llenando de leche para ser lanzada contra la garganta de la voyeur.
Faltaba poco.
Muy poco.
Estaba a punto de soltarlo todo.
¡¡PUM PUM PUM!! —¡Amalia! ¿Estás en casa? No encuentro a mi hijo por ningún lado.
En ese momento la polla del hijo de María se quedó clavada hasta el fondo y sin dejar respirar ni hablar a su mamadora experta. Le hizo una señal de silencio y sacó el miembro para volver a guardarlo rápido en el pantalón.
Se apartó y corrió silenciosamente hasta el patio trasero de la casa. Con un gesto de aprobación le indicó a Amalia que abriera y eso hizo. Recomponiéndose y limpiándose las babas de la boca abrió la puerta y se encontró a su mejor amiga.
—H..hola María, no, no lo he visto.— Respondió Amalia.
—Es que ha dejado la puerta de casa abierta y lo han visto andando en esta dirección, pero no lo veo por ningún sitio.
—Seguro que está por ahí con algún amigo y aparece en un rato. —(Recordad que era 1958 y no había teléfonos móviles).
—Bueno, si lo ves le dices que lo estoy buscando, ¿vale?
—Claro, sí. Yo se lo digo si lo veo.
María llamó a su perro, que estaba chupando el charco del suelo y con un poco de sospecha en su rostro, por no entender qué era esa mancha, se giró y volvió en busca de Elías.
Al mismo tiempo que se daba esa conversación, el chico saltaba una pared del patio huyendo de aquella casa. Saltó a la finca del vecino y corrió hacia la cancela del camino para que no lo viera nadie salir de la casa del pecado.
Excelente, como siempre.