(Suena mi teléfono)
—Laura, hola, soy Nerea. ¿Te acuerdas de mi? Hemos trabajado de camareras juntas varias veces.
—¿Nerea, la de las villas?
—¡Sí! Justo. Este finde tengo que ir a una de las villas más grandes de Ibiza y necesitan personal. ¿Estás libre?
—Bueno…tenía cena con mi novio por nuestro aniversario…
—Venga, ¡Laura! Por favoor. Pagan muy bien, en serio.
—Bueno, me hace falta la pasta, así que voy a aplazar la cena y cuenta conmigo.
—A las 18:00 te recoge el coche privado. Ya sabes cómo va esto. Te ponen antifaz y…
—Ya ya, tranquila. Allí nos vemos.
Una Mercedes V negra con todos los cristales tintados me recogió en la puerta de casa. Me puso el antifaz y me recosté mientras viajábamos a la villa secreta. Nunca te dicen ni a dónde vas ni quién habrá allí.
Tampoco te hacen firmar nada, pero con la pinta de sicarios soviéticos que tienen los que nos contratan no me gustaría meterme en problemas chivándome.
25 minutos después frenó y pude quitarme el antifaz. Ya había estado en esa casa antes. En otra fiesta con cierto futbolista candidato al balón de oro.
Comenzamos los preparativos en cocina y en sala. También montamos todo el catering en las zonas de piscina y terraza por si acaso decidían moverse.
Nuestro servicio es algo especial. También nos encargamos de equipar baños y dormitorios con condones, toallas, lubricantes y algunos juguetes básicos para cuando a algún invitado le den ganas de regar de semen a alguna asistente o trabajadora de la fiesta.
Si, has leído bien. Trabajadoras. Dan muy buenas propinas, la verdad. Y solo hay que mamar una polla 10 minutos para llevarte 300€ al bolsillo.
En una de las vueltas por la casa escuché a Igor, nuestro encargado, discutir por teléfono y enfadarse mucho.
—¡Cómo que no viene la del Nyotaimori! Hija de puta…¿Y ahora que hago yo a 15 minutos de que lleguen los invitados?
(Colgó violentamente y resoplando)
—¿Qué ocurre Igor? —Pregunté inocentemente.
—Pues que nos ha dejado tirados la del sushi.
—¿La del sushi? Si está en la cocina preparándolo.
—Laura, hija, la del Nyotaimori es la que no viene.
—No sé qué es el naitomor…
—Nyotaimori —Me corrigió— Sushi en pelotas.
—¿Cómo que en pelotas?
—Sí, una chica viene, se tumba en una mesa y se sirve sushi en su cuerpo. Luego los clientes van cogiendo las piezas y comiéndoselas directamente de su piel.
—Joder, qué morbo. Me encanta.
—¿Te encanta? Pues estás contratada. Pagan cinco veces más que a una camarera y solo tienes que estar tumbada.
—¿5 veces más? —Pregunté extrañada.
—5 veces, Laura. Tienen derecho a tocarte, besarte, lamerte… menos follarte, lo que quieran. ¿Aceptas?
—Acepto. —Dije mientras me quitaba el uniforme y me quedaba en pelotas delante de Igor.
Sonrío y me acomodó en una tabla. Me puso una pequeña almohada en la nuca y vinieron a maquillarme y prepararme. Sobre mi cuerpo echaron aceites y brillantina comestibles. Luego pusieron las piezas de sushi sobre mis piernas, barriga y pezones. Una hoja de bambú cubría mi coño y sobre ella había un tarro con salsa de soja.
Yo no terminaba de entender cómo había cancelado la cena con mi novio y había terminado en
bolas en una fiesta privada para que unos extraños me usaran de plato. O de algo más.
No podía moverme mucho para mirar a los asistentes, así que me pillaba de sorpresa cada vez que una mano cogía una pieza de sushi de mi cuerpo. Los camareros iban reponiendo. Algunas manos eran de mujer. Lo sabía por las uñas y porque algunas asomaban.
Pasada media hora, y varias botellas de vino más, noté el calor inconfundible de unos labios abrazando un nigiri de salmón de mi ombligo. Era un señor de unos 50 años muy apuesto, que acababa de comerse la pieza al mismo tiempo que besaba mi piel.
Segundos más tarde otra boca. Y otra. Habían dejado de usar las manos. Otra boca envolvió mi pezón, que estaba sensible por el frío del sushi. Ese último cabrón tragó y volvió a lamerme la teta con la excusa de que quedaba algo de salsa.
En ese momento un escalofrío me recorrió los brazos. Un sentimiento de calor vino después, como cuando te pones nerviosa. Un calor que de alguna forma terminó bajo el tarro de salsa de soja.
Uno de la fiesta cogió el tarro y lo apartó. Indicó con un gesto al camarero que había que poner algo sobre mi pubis. Y eso hicieron: pusieron tres trozos de sashimi de atún rodeando mi clitoris. Entonces el que quitó el tarro acercó su cabeza a mi coño y, oliendo mi ingle con lujuria sacó su lengua y la pasó por toda ella. Terminó el recorrido sobre mis labios mayores y atrapando un trozo de sashimi.
El segundo comensal vino riéndose y haciendo comentarios de ricos. Acercó la mano al sashimi y lo agarró pasando sus dos dedos primero por toda la raja de mi coño.
—Mmm… ahora sí que sabe esto a pescado. —Dijo el capullo riéndose de mí.
Quedaba un trozo. Y fue para el primero de todos. Yo creí que iba a hacer lo mismo que su amigo, pero en cambio cogió el sashimi de una forma limpia y para mi sorpresa me lo metió dentro de los labios. Lo refregó por mi coño húmedo y lo empapó bien en los pocos jugos que había. Luego se lo llevó a la boca y repitió el chiste de su amigo.
Más manos. Más besos. Más lamidas de pezones y roces en mi coño. Mis piernas se apretaban un poco cada vez que sentía que quería follar o masturbarme. Esa escena me estaba calentando muchísimo y necesitaba ir a más.
El alcohol en la fiesta no paró. Los tocamientos tampoco. Me pidieron que levantara las piernas y las pusiera sobre mis hombros unos minutos. Yo lo hice y dejé toda mi almeja a la vista para que los camareros fueran poniendo sashimi en ella. Los cabrones pasaban casi en fila y hacían de todo conmigo y con la comida. Lo que es cierto es el denominador común: todos terminaban pegándole lametones en el coño. Lo chupaban como el que se termina un helado.
Dios, qué caliente estaba. Me mordía el labio y respiraba muy rápido. Con cada lamida se iba acercando más y más el orgasmo. Estando aún con las piernas en alto vi como un hombre de unos 60 años se disponía a comerme un poco el “sushi”, pero una mujer mucho más joven y ultra operada se acercó y le comió la boca.
Esa mujer vino a mi pecho y cogió una pieza de sushi que cubría mi aureola. No se la comió. Simplemente la apartó con la mano a otra parte de la mesa. Sacó la lengua y la pasó por toda mi teta, bailando con ella en círculos sobre mi botoncito. Se acercó a mi boca y me invitó a besarla, así que ni corta ni perezosa me acerqué a su cara y le metí mi lengua hasta la campanilla.
Estando en eso norte una succión en mi clitoris más persistente que las anteriores. Me estaban comiendo el coño con mucha hambre. Era su acompañante masculino, que tenía la cabeza encerrada entre mis muslos y no dejaba de hacerme llegar cada vez más lejos en la escala del placer. Su “novia” o “mujer” seguía acariciándome y besándome.
No podía más. Necesitaba correrme. La mujer lo notó por la intensidad de mis besos, que era creciente hasta lo desesperado. Le hizo un gesto a su hombre y él pasó a chupármelo como un loco. Yo solté un grito en la sala.
—Ah…a….aahhAAHHHHH
Mientras dejaba caer todo el sushi a la mesa y al suelo, agarraba a mi amante femenina por el cuello con mis dos manos, buscando apoyo, y cerraba mis piernas contra las mejillas de mi succionador.
Caí desfallecida dejando mis extremidades sueltas, sin moverme. Toda la sala había mirado y se estaba acercando a verme de cerca. Rodeaban la mesa mirando mi cuerpo recién abusado y alguno me acariciaba el hombro o el pelo, buscando que me calmara del todo.
Notaba humedad en mis labios. No le di mucha importancia porque claro, me habían estado mamando el coño un rato y me había corrido sin control. Normal que estuviera húmedo.
Pero entonces veo a la mujer agarrar una cuchara de metal. Se acerca a mi coño con ella y la pasa por mi ano, perineo y labios de mi chocho. No me lo podía creer. Volcó la cuchara sobre una pieza de pescado y se la llevó a la boca. La volvió a pasar, la introdujo en mi excitada vulva y saco de allí todo el flujo blanquecino u espeso que pudo para lamerlo de nuevo.
La hora de la cena terminó y yo me levanté para cambiarme y limpiarme. La fiesta continuó con nosotros como camareras. El resto de la noche…no puedo contarlo…
Me sorprendiste, nunca decepciónas Laura, cuéntanos más por favor
La manera más exquisita de saborear un buen sushi 🍣. No me canso de repetirlo, tus relatos Jamás defraudan.