Amanece un nuevo martes en la consulta de Brickell. El Doctor P. llega a su discreta clínica donde le espera su recepcionista, Celeste.
Así es la rutina de un reputado profesional como él, millonario y algo excéntrico en sus hobbies: Mr. “Pol-la” —como lo llaman los estadounidenses angloparlantes de la cafetería donde desayuna— se para a las 9:00 a por un café de especialidad, junto a un rollo de canela. Ambas cosas se las lleva en su bolsa de papel hacia la consulta y se las toma en su despacho.
Es un despacho gigante, de unos 50m2, con una zona de trabajo con mesa y ordenador, otra zona con mostrador y algo de instrumental médico y una sala de lectura y conversación donde a veces tiene sesiones con su psicóloga. Ya hablaremos de esas sesiones en otros relatos.
Celeste le prepara su mesa y le acerca agua y servilletas para asegurarse de que no le falta nada. Él se desabrocha el pantalón antes de sentarse y se lo baja hasta los tobillos. Su asistenta se hace una cola en el pelo con una goma y se repasa los labios con su rojo intenso mientras el Sr. Polla se toma su dulcecito.
La chica se acerca fielmente a la silla de su jefe y se arrodilla ante él. Comienza a besar sus muslos y su pollón por encima de los calzoncillos hasta que se pone a tono. Entonces él coge su taza de café y comienza a disfrutar sorbo a sorbo mientras Celeste pasa sus labios por el tronco del pene besando y lubricando toda la superficie. Ella pasa rápido a chupársela a un ritmo lento pero constante, profundizando sin exagerar pero metiéndosela hasta el fondo. Sube y baja hasta que llega el final del café, y la correspondiente leche.
Unas pequeñas contracciones en los testículos del médico anuncian la llegada de su descarga. Celeste aprieta sus labios con mucha habilidad mientras lo que hace honor al apellido de su jefe dispara sus jugos contra su campanilla. Se mantiene ahí unos segundos hasta que comienza a relajarse y finalmente va retirando su boca absorbiendo todo el semen hasta la punta. Una vez ahí aprieta la base del tronco con sus dedos para escurrir todo lo que haya quedado pendiente de expulsar, y desliza su mano hacia sus labios para terminar de tragárselo todo.
Terminada la rutina, la asistenta se coloca de nuevo su pelo, su bata de recepcionista y se repasa los labios. El doctor se viste con su uniforme y se dirige a la consulta a atender al primer paciente. En este caso es una paciente.
Le duele el anal
Mary Parker, natural de Miami, es una joven muy católica de apenas 20 años de edad. Comenzó su relación con Billy, un chico también católico con muy buenos modales y que anticipa una brillante carrera como abogado en la ciudad.
Llevan ya varios meses saliendo y se han prometido, pero la boda no tendrá lugar hasta dentro de 1 año. Hasta entonces, los muchachos quieren respetar la virginidad de Mary.
—Es difícil —le explica la paciente a Celeste—, porque cuando estamos juntos me apetece mucho tener sexo con él. Lo que suelo hacer es sentarme en su muslo sólo con mis braguitas y comenzar a rozarme en el sentido de la pierna hasta que me tiembla todo el cuerpo. Él se suele hacer una paja mientras yo le doy besos en sus bolas, o a veces se la chupo un poco hasta que se corre. Pero… —”Celeste”, me llamo—, contestó la recepcionista. Eso, Celeste, lo que ocurre es que yo quiero que Billy me penetre mientras llega la boda, y quiero que lo haga por el culo para así llegar virgen al matrimonio. Lo hemos intentado varias veces pero me duele muchísimo, y una amiga me contó que el Doctor Polla la ayudó con ese proceso.
—Claro que sí —dijo Celeste. Él es un experto en ayudar con casos como el suyo. Pase a su consulta directamente. Es la siguiente puerta a la izquierda.
Mary se dirigió con algo de nerviosismo hacia la puerta y al abrir vio al doctor en su escritorio, esperándola.
—Hola Mary, mi asistenta ya me ha informado de tu caso. No tienes de qué preocuparte. Voy a enseñarte unos ejercicios y verás como en pocos días estás dándole a tu novio el mejor anal de la historia.
Una risa nerviosa salió de su boca.
—Pasa. Ve desnudándote de cintura hacia abajo y colócate en el potro con las piernas en alto, como para una revisión ginecológica.
Mary se quitó su larga falda, dejando a la vista medias de color carne y braguitas azules con el borde blanco, que se le metían discretamente por sus glúteos, dejando a la vista un culo prieto y muy hermoso. Se bajó las bragas y se montó en el potro, tal y como le había indicado el doctor.
Con las piernas abiertas el médico le comenzó a dar instrucciones.
—De acuerdo Mary, lo primero que debes hacerte es un enema, para evitar que se te salgan los excrementos y puedas dilatar sin miedo a que se escape algo desagradable. También te digo que hay que naturalizar esas cosas. Si hablamos de penetrar un culo tenemos que asumir esos riesgos.
—Sí, eso ya lo tengo hecho. He estado haciéndome lavados esta mañana antes de venir a consulta porque ya lo sabía.
—Muy bien. Vas a ser una alumna estupenda. Ya verás. Ahora lo que hay que hacer es masajear la zona con lubricante, sin escatimar en la cantidad, e ir introduciendo poco a poco un dedo. Luego pasaremos a dos dedos y si te ves cómoda seguiremos con algo más. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
El Dr. Polla se lubricó su dedo corazón y rozó en círculos el ano de Mary hasta que pudo meter la puntita. Le explicó que si se acariciaba un poco el clítoris se relajaría más. Ella puso sus dedos rodeándolo y comenzó a subir y a bajar un poco la mano para estimularlo.
Su esfínter respondió al consejo del doctor y dio paso al dedo sin dificultad. Aún estaba muy apretado, pero pocos segundos después ya tenía el índice dentro también. Ambos dedos se abrían paso por las paredes de su culito y ella mostraba calma y confianza en su profesional.
—Esto avanza Mary. ¿Te encuentras bien?
—Sí, me gusta, doctor, continúe.
—Ahora vamos a usar un espéculo para ir dilatando más tu culito.
Tras sacar los dedos introdujo el instrumento antes de que se relajaran las paredes, y comenzó a dilatar girando la ruedecilla. Unos 2 centímetros separaban el culo de la paciente cuando el médico impulsó lubricante con una jeringuilla sin aguja y empapó bien toda la zona.
Puso un poco en los dedos de la chica y siguió dilatando con el espéculo rectal. Centímetro a centímetro logró que llegara a los 5.
—Mary, tienes el ano dilatado ya para poder follarte cualquier polla. Espero que Billy no la tenga mucho más gruesa, pero aunque así fuera, con este ejercicio ya has dado el primer paso. Ahora te recomiendo que te dejes puesto un dilatador hasta llegar a casa y una vez allí con tu novio, lubricarle bien la polla para probar. Para entonces tu culo estará tan relajado que hasta te costará trabajo cerrarlo.
—V….vale…. doctor… gr…gracias. —Decía mientras no paraba de acariciar su clítoris cada vez más deprisa— Doctor, necesito seguir… ¡ah!…necesito correrme. ¿Puede ….¡aah! …puede ayudarme?
—Siga lo que necesite.
—N…no…necesito que me ayude…. por favor…. ¡chúpemelo!
El médico le apartó la mano y acercó su boca al chochito de la paciente. Lamió en círculos su botoncito para después rodearlo con los labios y comenzar a succionar. Con movimientos rápidos atraía la carne hacia él y la lamía un poco, pero la intención era que el clítoris de Mary se moviera como cuando usas un satisfyer.
En medio minuto el culo de la chica se contrajo casi expulsando el espéculo. El doctor lo mantuvo dentro dilatando mientras apretaba su cabeza contra el coño de la paciente. Al cabo de un momento se relajó y la soltó.
—Gra…cias…doctor…
Besó de nuevo su coño y sin que ella tuviera tiempo a reaccionar sacó el instrumento del culo e introdujo un dildo con ancho uniforme y un leve bultito de “freno” en su base.
—Ya está. Ahora Mary, ponte las braguitas y procura que no se te salga hasta que llegues a casa con Billy.
La chica se levantó sujetando su dildo con las manos mientras se colocaba de nuevo sus bragas y su falda. Al andar se le salía un poco pero lograba colocárselo de nuevo.
Agradeciendo de nuevo la atención recibida, se despidió del doctor y de la recepcionista.
Espero que este episodio te haya gustado. El doctor es un gran profesional y ayuda a todos sus pacientes. La semana que viene ayudará a un paciente con impotencia, así que si te apetece leerlo dale like a este relato y me ayudas a mantenerme motivada.
Dime también en los comentarios si te apetece conocer más de Mary y Billy, y de cómo fue su primera sesión tras la visita al médico.
Un beso,
Laura.
Por supuesto que deseo conocer más de Mary y Billy... espero con paciencia ésa historia. Besos 😘😘😘😘😘
Ése doctor es mi héroe y tu, obviamente, eres mi heroína favorita.😍😍😍