En pleno distrito de Brickell, Miami, una consulta médica se oculta discretamente en un edificio acristalado. El acceso a la consulta es fácil, sin trabas, pero poco intuitivo. No hay letreros ni señales que anuncien que allí se solucionan problemas médicos y la intención es clara: salvaguardar la privacidad del paciente y sólo permitir los accesos con otros pacientes que hayan hecho una recomendación.
La puerta, de madera negra, sí que tiene un pequeño letrerito dorado bajo la mirilla: “Doctor P.”.
Nada más. El que sepa a lo que va que llame.
Paciente 1: Un objeto extraño
La primera paciente ya había estado antes. Esta vez se acercó a la clínica del Doctor Polla con un problema que no quería que supiera nadie. En la recepción estaba la “chica para todo” del Doctor. Una mujer pelirroja con un cuerpo delgado y un pecho normal (poco pecho si estás acostumbrada o acostumbrado al porno y a los estándares comerciales). Vestía una blusa rosa y una bata blanca. Gafas de vista con gruesas patillas y unos labios rojos que podías quedarte mirando durante horas, de lo carnosos y bien retocados que estaban. La chica se llamaba Celeste.
—Hola, ¿en qué podemos ayudarle? —Preguntó Celeste en recepción.
—Pues he tenido un incidente en casa y se me ha quedado atrapado en el culo un consolador sin ventosa.
—Vaya, pues le paso con el Doctor inmediatamente.
Pasó a la consulta del médico y estando de pie (no podía sentarse) le explicó el problema.
—Doctor Polla, siempre uso dildos con ventosa para evitar estos problemas, pero estaba de fin de semana en mi casa de la sierra y no tenía nada a mano. Le he dicho que era un dildo pero en realidad es una zanahoria. Estaba cocinando y pelé unas cuantas. Una de ellas tenía el tamaño perfecto y parecía una polla mediana o pequeña, así que no pude resistirme y comencé a refregarme la hortaliza por mi clítoris para luego meterme la parte fina en el coño un poco. A mí Doctor, me encanta el anal, entonces mientras me masturbaba con el instrumento improvisado, me tocaba y dilataba el esfínter con la otra mano. Cuando ya estaba bien dilatado me la metí por el culo pero esta vez por la parte gruesa. Ese fue mi error. Yo quería seguir usándola en los dos agujeros y por eso no quería ensuciar ambos extremos. Fui metiéndola poco a poco en el culo pero como me gusta tanto, me pedía más y más. Hasta que en un acto reflejo cerré mi anillito cuando escuché pasos venir a la cocina y se me quedó dentro. No he podido extraerla ni expulsarla en el baño y aquí estoy, que no me puedo ni mover.
—Entiendo. Bueno, lo importante es que no se rompa dentro y provoque algún daño. Y la buena noticia es que no es un elemento con pilas o baterías que le pueda provocar alguna intoxicación —respondió el Sr. Polla—. Vamos a intentar extraerla por el método normal, tirando de ella con el instrumental, o por el método especial si el primero no funciona.
Ella no sabía qué era eso del método especial, pero atendió las órdenes de su médico y se montó en el potro con las piernas abiertas. El doctor comenzó a lubricar el ano de su paciente con los dedos e introdujo uno para palpar la zanahoria. Ella expresó un gemido de alivio y placer, porque era una fanática del sexo anal.
Tocó la hortaliza y evaluó si podía meter su instrumental para engancharla.
—Tengo malas noticias. Está muy profunda y cuando le meto los dedos comienza usted a contraer más las paredes de su culo. No me queda otra opción que conseguir que por sí misma lo afloje y lo dilate, expulsando el objeto extraño. Eso, en algunas mujeres suele darse cuando tienen un fuerte orgasmo. En ocasiones durante la corrida el culo se dilata al activar toda la musculatura de la vagina.
—Doctor, yo no sé ahora mismo si corriéndome lo abro o no. No me doy cuenta en esos momentos.
—Sólo hay una forma de averiguarlo. ¿Me permite?
—Sí, me pongo en sus manos por completo.
—Muy bien, cálmese un poco mientras le acaricio sus labios mayores y con dos dedos agarro el clítoris por fuera. La gente piensa que lo mejor para excitar a una mujer es tocar su coño como si fuera un botón, pero mi técnica se basa en estimular desde el exterior presionándolo.
El Doctor Polla lubricó un poco más sus dedos y acarició el coño de su paciente para que fuera cediendo. Con la otra mano palpaba el esfínter y comprobó que en algunos picos de placer su culo de relajaba. Había buenas esperanzas.
Con los dedos pulgar e índice abrazó el “prepucio” del clítoris y presionó un poco. Presionaba y soltaba haciendo que el botoncito mágico asomara de entre su delicada piel. La paciente iba respirando más y más fuerte. Cuando la excitación fue suficiente pasó al segundo paso.
—Lo está haciendo usted muy bien señorita. Veo que su culito se va abriendo y espero que con un orgasmo lo suficientemente intenso pueda expulsar la zanahoria.
—PFFF…..FFFFF….SÍ…. AHH….. SÍ… YO..TAMBIÉN….—Gritaba la paciente.
—Si le parece, voy a ponerle un succionador en el clítoris a la vez que penetro su vagina hasta que se corra.
—SSSI….SI….POR FAVOR….FÓLLAME
—Tranquila, todo esto tiene un objetivo médico, no sexual.
Ella siguió suplicando que se la follara y el Señor Polla procedió a bajarse su cremallera y dejar libre el instrumental especial.
Con una mano sujetaba el succionador y con la otra apuntó su glande contra la empapada vagina de la paciente. Penetró sin ninguna dificultad y comenzó con el tratamiento médico. Ella movía mucho las piernas y tuvo que parar un momento para atarlas con dos correas al potro.
Comenzó a follársela (médicamente, por supuesto) a un ritmo constante. El Señor Polla no se llamaba así por su apellido real, sino por su instrumento médico más conocido. Tenía todo el aguante del mundo y aguantaba las erecciones mucho tiempo. Eso le permitía llevar a cabo tratamientos como éste.
Una vez tenía las piernas sujetas ya pudo subir el ritmo de sus penetraciones y del succionador. Ella iba acercándose al orgasmo. Su vientre se contraía y con sus manos intentaba agarrar al doctor por la bata, pero él la esquivaba y se concentraba en sacar esa maldita zanahoria de ahí.
Un minuto más tarde la respiración de la paciente se cortó por completo durante un segundo. Un fuerte grito siguió y su vagina contrajo tanto las paredes que expulsó la enorme polla del médico.
A eso le siguió un chorro de líquido transparente arqueado, no muy potente, que podía ser orina o podía ser el famoso y codiciado squirt.
En ese empuje el ano de la sufrida y follada muchacha también se abrió. Unos 4 o 5 centímetros de vegetal salieron y el Doctor Polla hizo lo posible por agarrarlo. Por desgracia se le resbaló de nuevo y en una contracción se metió en el culo de la paciente de nuevo.
En ese momento el médico volvió a penetrarla rápidamente 10 o 12 veces muy fuerte y un nuevo squirt más flojo que el anterior anunció el segundo orgasmo (o la continuación del primero, que ya sabemos que el orgasmo femenino no es algo que se enciende y se apaga, sino que tiene continuidad).
Con ese segundo orgasmo volvió a salir la zanahoria y en esa ocasión el médico tenía una gasa preparada para que no se resbalara. La cazó literalmente, y fue tirando poco a poco de ella hasta que salió por completo. Seguida de algo de flujo y restos del culo de la chica y dejando los dos agujeros rosados y completamente abiertos una vez que había desaparecido el cuerpo extraño.
Ella se recompuso y se limpió mientras el doctor terminaba de recoger las cosas. Aún tenía la polla al aire porque no se la había limpiado y la paciente se agachó para darle un beso carnoso y de agradecimiento.
—Doctor, ¿puedo chupársela?
—Lamento decirle que no. No sería profesional.
Ella se levantó y se vistió para marcharse, no sin antes darle varias veces las gracias al médico por su trabajo.
Paciente 2: Le duele el anal
(Lo podrás leer a partir del 2 de mayo)
Paciente 3: Tratamiento contra la impotencia
(Lo podrás leer a partir del 9 de mayo)
Bueno… vaya consultas médicas hay por ahí por Miami, ¿verdad?
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Muchas gracias por leerme.
Un beso,
Laura.
Cómo siempre tus relatos jamás decepcionan. Una exquisites, habrá más de uno o una buscando la dirección en Miami. Sin duda.
Very nice