4:55 a.m.
Prisión del Altiplano, México.
El sonido de una máquina de control del pulso indicaba el ritmo del corazón de Manuel, preso de una de las cárceles más grandes del mundo. Manuel abrió los ojos y comprobó que estaba en una enfermería. No recordaba mucho pero al intentar moverse le dolieron mucho las costillas.
—No te muevas. Casi te parten las costillas en el patio.
Un auxiliar de la cárcel le acercaba un vaso de agua con una pajita mientras le comentaba eso. A Manuel le habían dado una paliza en uno de los descansos.
—No recuerdo nada —Dijo él
—Normal, casi te mata Leo “el jefe”.
—¿Leo el jefe? ¿Quién coño es Leo?
—Pues el jefe. Y le tocaste los huevos. ¿No recuerdas nada?
En ese momento a Manuel le vino a la mente una escena. Manuel es gay, y terminó en la cárcel tras una mala jugada con tráfico de drogas. Le pidieron que guardara una cantidad importante de polvo mágico y la policía apareció en su casa derribando la puerta.
En su mente estaba el descanso de la cárcel. Un descanso donde él se paseaba con un contoneo femenino de caderas. Manuel no tenía barba, su cuerpo era atlético y delgado y sus caderas y culo eran voluptuosos. Cuando caminaba por el pasillo de la cárcel, Leo, le agarró el brazo y lo metió en la celda para follárselo, pero el reo se resistió y lo abofeteó. Fue lo peor que hizo.
Los secuaces de Leo agarraron al preso y le dieron una paliza casi de muerte. De ahí el dolor de costillas y despertar en una enfermería.
—¿Cómo estás? —Le preguntó el auxiliar.
—mff… mejor, pero ahh…mmg… me duele al querer levantarme.
—No te han roto ninguna parece. Pero tendrás que estar aquí en la enfermería unos días. Yo te cuidaré. —terminó el sanitario con una caricia en el cachete.
En ese momento Manuel se sintió seguro.
A la mañana siguiente volvió su cuidador a verlo.
—Me llamo Henry, por cierto.
—Ah, hola Henry.
—¿Cómo van esas costillas?
—Mejor, pero quiero levantarme ya de aquí.
—Pues hoy no vas a poder. Es domingo y el médico no viene hasta mañana para revisarte.
—Puf, qué coñazo —Expresó el recluso frustrado.
—Tenemos que bañarte, Manuel. Voy a quitarte el pijama, ¿te parece?
—Sí, claro.
Henry era un preso también, solo que no cumplía condena por delitos graves y hacía trabajos en la enfermería para reducir su condena. Nadie cuenta por lo que está en la cárcel. Simplemente van con su día a día hacia ese momento soñado en el que sean libres.
Con delicadeza le desabrochó las dos cintas que hacían un lazo y que mantenían el pijama cerrado, y con esfuerzo le levantó un poco los brazos para quitarle el pijama. Manuel quedó desnudo boca arriba en la camilla y el auxiliar pasaba su manopla por el pecho y el resto del cuerpo.
—Estás fuerte, eh.
—Intento cuidarme, aunque en este antro va a ser horrible mi estancia, porque el que no me viole me pegará.
—Bueno, eso tiene arreglo, Manuel.
—¿Cuál?
Henry seguía con la toalla, secándole el cuerpo y girándolo para que quedara boca abajo.
—Pues tener novio aquí. De esa forma te dejarán en paz. Nadie quiere enfrentarse a dos, por muy maricones que sean.
—Bueno, hasta que eso pase tocará esperar imagino…
—Sí, tocará esperar…imagino. —Dijo Henry.
Henry comenzó a lavar la espalda de manuel con sus manos desnudas y eso le extrañó un poco, pero se sentía bien y lo dejó hacer. El auxiliar de enfermería continuaba refregando su jabón poco a poco, bajando hasta el culo.
—Abre un poco las piernas.
Manuel lo hizo sin quejarse y notó cómo las manos de su cuidador iban pasando por sus nalgas, con ternura y muy despacio, lavándole el esfínter, bajando al perineo y agarrándole los testículos sin avisar. El preso se asombró y encogió un poco sus cachas, pero en seguida volvió a relajarse.
—Voy a hacerte un lavado completo, ¿vale?
—¿Completo?
—Sí, no te hagas el tonto, que sé que te está gustando.
Una sonrisa del herido indicó luz verde y el compañero hizo lo que tocaba: con un gesto rápido pasó su mano por la derecha de los testículos y agarró la polla para arrastrarla hacia él. La imagen mostraba dos piernas fuertes y un culo a medio abrir, con los huevos de Manuel posándose sobre su pene, que asomaba unos 4 o 5 cm con el capullo al aire.
Henry pasó su dedo pulgar por el frenillo e hizo varios círculos, notando cómo se iba hinchando. Pasó a hacer movimientos lineales por el tronco, que ya asomaba más de esos cinco centímetros y notaba el enrojecimiento del glande. Notaba ya la calentura del pobre lesionado, que era la primera muestra de cariño que tenía en semanas.
Con la otra mano le acarició la nalga izquierda mientras buscaba con otro dedo el esfínter. Hundió el dedo sin preaviso, hasta la primera falange solo, pero lo suficiente para notar cómo apretaba el culo su paciente. Henry no perdió el tiempo. Agachó su cabeza hasta el culo de manuel y enterró su lengua en él. Se contorneaba notando cómo le comían el ojete, levantaba el culo buscando acomodar la polla que ya le iba a reventar, pero el dolor de costillas no le dejaba moverse.
—Mmm…srrrluurp…srlup…mmmummuac…gloc…glfff…
La boca de Henry se estaba luciendo en ese culo. Su lengua se hundía por completo en él y literalmente se lo estaba follando. Para descansar bajaba hasta los huevos y jugaba un poco a agarrar ambos. Se le escapaba uno e intentaba cogerlo. Se le salía de la boca el otro y succionaba fuerte para chuparlo de nuevo.
—Fóllame…. ¡fóllame! —Gritó el paciente.
Henry tiró del cuerpo de su amante para bajar las piernas de la camilla y dejarlo apoyado con el culo totalmente a su disposición. Aprovechando que ya estaba lubricado por su lengua se ensalivó su porra y la apoyó sobre el ya trabajado agujerito. No costó mucho que entrara, aunque tuvo que ayudarse de más saliva y algo de lubricante que había en la enfermería.
Los huevos del pasivo se encogían hacia arriba con cada embestida. Aflojaba el culo al entrar y lo apretaba al salir, para abrazar con fuerza la polla de su alfa. El dolor de tórax era fuerte, pero la calentura lo era más aún.
Manuel comenzó a soltar líquido preseminal tras unos minutos siendo penetrado. Henry subía el ritmo indicando que la corrida estaba cerca y un charquito iba creciendo en el suelo, mezclando el flujo del pene del penetrado con el lubricante del penetrador.
—Ah, ah, ah… sigue… sigue
—Pffff….bufffff… me corro… te voy a llenar de leche el culo, ¡maricón!
—Ss…sí, sí, por favor… córrete dentro… ¡quiero notarla palpitando!
Un leve grito salió de la boca del sanitario mientras el caño de semen corría desde sus huevos hasta el culo de su amante. Una, dos, tres…cuatro, cinco…seis eyaculaciones. Seis palpitaciones de esa polla abrazada por el caliente ano de Manuel.
Antes de sacarla cogió sus dos dedos y escurrió hasta la última gota de leche dentro del culo.
—Aprieta, quiero que te la guardes dentro.
Manuel contrajo su ano mientras dejaba salir la polla de su cuidador, hasta que ésta salió disparada por la presión, goteando leche aún.
—A ver, te la voy a chupar.
—No —Contestó Manuel— prefiero descansar con tu jugo dentro. Ayúdame a apoyarme de nuevo en la camilla.
Henry lo recompuso y volvió a girarse hacia arriba. Antes de subirse los pantalones, Manuel le agarró la polla y tiró de ella, como para llevársela a la boca. Henry se dejó hacer, arrimando su miembro a la cara del enfermo. Manuel se la metió, flácida, y succionó una sola vez para sacarle todo el resto de semen que quedara en ella. Al soltarla hizo un gesto de satisfacción, como el que le da un sorbo a un buen whisky, y le dio las gracias a su macho.
Apagó las luces de la enfermería y dejó descansar al reo, cuyo culo, relajado y felizmente relleno, dejaba caer ya un charquito de leche en la camilla.
Puede que Manuel ya tuviera solución para sus meses en la cárcel. Puede que ese novio que hacía falta ya hubiese llegado a su vida.
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