—¡Espere, espere! Sujete la puerta por favor.
Un hombre con uniforme agarró la puerta del ascensor del edificio. Era la planta 17 de un hotel conocido en Madrid y una chica con un traje de chaqueta y falda ajustada corría hacia él para no perderlo.
—Gracias, es que voy con mucha prisa. —Le aclaró la mujer.
—No se preocupe. Me llamo Gonzalo, parara servirla. —Dijo el policía.
—Gracias. Yo me llamo Lidia.
—Tienes prisa por lo que veo, ¿no, Lidia?
—Sí, es que llego justa de tiempo a la siguiente reunión y 17 plantas por la escalera no se recorren en poco tiempo, ja ja.
—No, desde luego que no. 17 plantas dan para mucho. —Dijo el señor agente clavando la mirada en la blusa de Lidia, que marcaba unos pechos operados muy muy a la vista, y un botón que suplicaba clemencia para no saltar por los aires.
Ella se dio cuenta del gesto pero no hizo nada por cubrirse ni girarse. Sino que por lo contrario se irguió más luciendo su precioso busto.
Estuvieron unos segundos callados y de repente el ascensor se frenó en seco en la planta 9. Lidia gritó del susto y se agarró al policía, notando un brazo musculoso y muy trabajado, que hizo que se calmara casi de golpe. Se sentía segura y cuando iban a articular palabra, las luces del ascensor se apagaron.
—Vaya, parece que se ha cortado la electricidad. Imagino que volverá en poco tiempo. —Dijo él.
—Eso espero. Al final no se puede ir con prisas a ningún sitio. —Respondió Lidia.
Una risas nerviosas y un gesto rápido para sacar el teléfono y llamar procedieron por parte de ambos. No había cobertura. No había red. No sabían qué había pasado.
Al intentarlo por segunda vez le llegó un mensaje de una amiga:
“Lidia, no hay cobertura y solo llegan algunos mensajes. Acabo de poner la radio y he escuchado que se ha ido la electricidad en España, Portugal, Italia y parte de Francia. Parece una avería que durará horas.”
—¡Horas! ¡Dicen que esto va a durar horas! —Gritó asustada de nuevo.
—Tranquila, seguro que es una exageración y en nada nos sacan. —Respondió el Gonzalo, sentándose en el suelo para descansar.
Lidia hizo lo mismo, pero cruzando un poco las piernas para que no se le viera nada. Estuvieron hablando un rato sobre temas sin mucho calado, hasta que pasaron a asuntos familiares y sexuales.
—No ibas a ninguna reunión, ¿verdad? Ibas a ver a otro cliente. —Le cuestionó él.
—¿Qué quieres decir?
—Pues que eres puta y venías de ver a un cliente en la habitación.
—Sí. Me dedico a eso.
—¿Y qué tal se ha dado?
—Pf, fatal. Era un abuelete con dinero y apenas se le levantaba. Pasa mucho. Me he pegado un rato chupándosela pero nada. Mis 200 euros al bolso y siguiente.
—Cuando te he visto venir sin medias y la boca hecha polvo me lo he imaginado. Pasamos muchas horas patrullando y nos damos cuenta de todo.
—Y también sois clientes. —Le respondió Lidia. — ¿O tú no?
—Yo no he pagado nunca por follar.
—Bueno… en fin. Me estoy meando y aquí no viene nadie a ayudar.
Dieron unos golpes en la puerta del ascensor como cada pocos minutos hacían pero no había respuesta. Parece que estaban entre dos plantas y no los oían. Lidia se levantó un poco la falda y se bajó el tanga para mear en el suelo del ascensor.
—¿Qué haces? Espera, espera. —Le grito Gonzalo.
—¿Que me espere a qué? ¿A mearme encima?
—Joder, pero intenta mear en la rajita de la puerta para no pringar todo el suelo.
—Vaaale. Voy a intentarlo.
La mujer caminó un par de pasos con la falda levantada dejando a la vista un tremendísimo culo y se volvió a agachar de espaldas al policía. Desde detrás, Gonzalo veía las nalgas separadas y el esfínter de Lidia algo sobresaliente. Un segundo más tarde se comenzó a oír un chorrito contra la pared del ascensor que caía por la abertura hacia el hueco. Un pequeño pedo salió del ano de Lidia al empujar las últimas gotas y se levantó escurriendo un poco el pipí que había quedado entre sus labios vaginales.
Al girarse vio que el uniforme marcaba una erección en la entrepierna del agente.
—Se ve que lo de “el brazo fuerte de la ley” no era solo un refrán. Se te ha puesto mucho mejor que la de mi cliente.
—Bueno, la verdad es que me ha puesto muy caliente saber que eres puta y verte el culo.
—Y verme mear.
—Y verte mear.
—¿Te gusta el pipí? ¿Te gusta ver a una mujer hacer pipí? —Le dijo con cara de zorra, muy cerca de la suya.
—Me gusta que un coño sepa a coño, y la orina lo hace mucho más natural. Odio cuando están recién bañadas y que no tenga ni olor ni sabor.
—Qué cerdito está hecho nuestro agente. —Dijo Lidia sonriendo.
Gonzalo sacó 200 euros de su cartera y se los entregó a Lidia en la mano. Ella se los guardó en el bolso y le pidió que se tumbara en el suelo del ascensor. Levantándose de nuevo la falda rodeó el tronco del policía con las piernas y se agachó, en cuclillas.
—Toma, mi coño tiene todo el jugo acumulado de no haber follado antes y el de haber meado ahora.
Gonzalo agarró las piernas de la prostituta y acercó su cabeza a ese experimentado chochito para comenzar a chuparlo. Ella jugaba a refregarse por toda la cara del policía, cuya polla iba a hacer estallar los botones del uniforme. Quería que disfrutara bien de ese manjar y ganarse sus 200 euros.
Lidia se dio la vuelta y se colocó en posición de 69. Abrió la portañuela de Gonzalo y un pene venoso y circuncidado asomó con vigorosidad. Apuntando a su cabeza pedía convulsionando estar dentro de su boca, así que como una profesional que era lo engulló de un trago.
Se introducía la polla hasta el fondo haciéndole temblar un ojo del esfuerzo. Con la mano agarraba las bolas presionándolas para que fueran preparando la corrida. Las babas empapaban el pantalón del agente y el coño, empapaba su cara. Lidia no se iba a correr así porque de tanto refriegue tenía el clítoris endurecido y había perdido sensibilidad. Se volvió a girar y dio un paso hacia atrás para colocarse encima de la polla que había estado lubricando.
Para sorpresa de Gonzalo no se la metió en el coño, sino que refregó la cabeza por su ano para lubricarlo y relajarlo un poco. Lo de ser puta se notaba. En menos de lo que pudo pensar tenía a una mujer follándoselo y entregándole su culo, dilatado y tierno como un flan.
El orgasmo del macho se iba acercando, pero el de ella ni se le esperaba. Lidia alargó su mano y agarró la pistola de Gonzalo. Él, asustado, puso su brazo en medio para evitarlo pero ella insistió.
—Tranquilo, que no voy a dispararte. Necesito meterme algo en el coño para correrme y el mango de tu arma es perfecto.
Entonces ella sacó la pistola y le puso un condón al mango. Con el arma al revés se la metió apuntando a la cara de Gonzalo. Botaba sobre ella y el cañón apuntaba a la cabeza del policía. Aumentó el ritmo mientras los ojos de su cliente no daban crédito a la escena. Él estaba caliente a punto de soltar todo su jugo en el culo de Lidia pero la sensación de que le iba a disparar le cortaba un poco.
Ella, en cambio, estaba más excitada que nunca al provocarle ese miedo. Siguió cabalgando hasta tener su ansiado orgasmo. Contrajo su ano haciendo también que Gonzalo eyaculara dentro y de repente, ¡BANG!
El revólver se había disparado.
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Lidia abrió los ojos asustada. Dos lágrimas saltaron de ellos empapando sus cachetes. Seguía sentada en la polla del agente, que tenía la cabeza girada hacia un lateral y no se movía.
Se puso de pie, sacando el pene de su culo y soltando un chorrito de semen que caía de él. Se quitó la pistola del coño y con delicadeza la soltó en el suelo. El disparo le había dejado su vagina temblando.
Buscaba la herida pero no la veía. Se acercó llorando y sin palabras a la cabeza de Gonzalo y la agarró para girarla y encontrar la sangre.
No había sangre.
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No había herida.
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Gonzalo abrió los ojos y mostró media sonrisa en la cara.
—Ese polvo casi me mata.
—¡Cabrón! Creía que te había dado
Ambos se repusieron y se volvieron a vestir bien. Habían pasado tres horas desde el apagón cuando volvió la luz. El ascensor bajó hasta la planta baja y allí estaban los compañeros de Gonzalo esperando para recogerlo.
El pantalón tenía manchas de flujo y semen por todas partes. La pistola, una bala menos en el cargador.
Gonzalo tenía una difícil historia que inventarse para justificar todo aquello.
Lidia salió del edificio sin llamar la atención y se separó de su cliente antes de que nadie se percatara.
Espero que hayas disfrutado este relato “diferente” al resto.
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Un beso,
Laura.
Final explosivo. Fantástico tu relato. Y como siempre lo digo, nunca decepcionas. 😍😍
Final explosivo